Esteban Javier Eijo es un argentino de Tucumán que llegó hace seis años a Jerez de la Frontera, en España, buscando la expresión y el desarrollo de la luthería desde sus raíces.
Desde su modesto taller, situado en la zona céntrica de la ciudad, Esteban aguarda con un mate y una guitarra a medio hacer. Es su propio jefe y él mismo se determina su horario de trabajo.
Los trozos de madera, las herramientas desordenando las mesas, el olor a barniz y el serrín esparcido por los suelos denotan enseguida la particularidad de un lugar muy vivido.
Desde su pequeño habitáculo da forma y música a los pedidos que luego recorrerán diferentes lugares del mundo. Sus guitarras están distribuidas por países como Alemania, Italia, Suiza, Inglaterra, Argentina o Israel.
De concertista a Luthier
Siempre tuvo especial interés por la música y a los 26 años comenzó a desarrollar su inquietud. Empezó como concertista de guitarra clásica mientras realizaba estudios de luthería de la mano del profesor José Luis Cardoso en la escuela de Tucumán, Argentina.
Sin embargo, acabó radicándose en Córdoba a donde llegó para estudiar en el conservatorio, hasta que un profesor vio su guitarra y le dijo: “¡Che! ¿y esa guitarra?”. A partir de entonces, se dio a conocer en el ámbito de la luthería y los pedidos fueron creciendo. Decidió montar su propio taller y dejar los estudios por falta de tiempo.
“Estaba rebien en Córdoba hasta que un día pensé ¿y por qué no España? Algunos amigos me dijeron que me iba a vender helado al polo porque allá estaban los más grandes”. Su profesor de guitarra clásica ya vivía en España y desde entonces le rondaba la idea. Primero estuvo en Barcelona hasta que llegó a Jerez de la Frontera, cuna del flamenco. Fue entonces cuando conoce al Maestro Balao, quien le alquiló un apartamento donde dispuso su nuevo taller.
Ahora se encarga de construir y restaurar guitarras. Antes solía hacer de dos a tres piezas por mes, pero con las reparaciones afirma que el trabajo se ha incrementado y que es más difícil cuantificar.
Afirma que la expansión de su trabajo hacia otros lugares no se debe tanto a una exhibición propia, sino a que mucha gente llega a Jerez en busca de guitarras. “Cuando llegué pensé que esto iba a estar plagado de constructores, por la fama del flamenco, pero al contrario, he dado clases y he acabado enseñando el oficio”.
Una guitarra con historia
Recuerda con gracia algunos de los pedidos más curiosos que le han hecho y revive la historia de una guitarra marcada por un trágico conflicto. “Tenía un amigo que quería que le arreglase su guitarra. Esta había pertenecido a un conocido constructor argentino que después de terminarla, se la regaló a su hijo concertista. Se ve que la guitarra no le gustó y ambos discutieron, el joven acabó yéndose del país para seguir su carrera. Mi amigo insistió en comprársela durante más de un año, y aunque este reiteraba su negativa a no hablar más de aquel instrumento, al final cedió. Cuando la guitarra ya tenía una historia, llega a mi taller porque Luis, mi amigo, quería que la arreglase. En una de las llamadas que este hace a Buenos Aires para hablar con Castañera, el constructor, le cuentan que el viejo se había suicidado. En aquel momento dije en broma ¡A ver si se me aparece por la noche el dueño de la guitarra! Pero finalmente hice mi trabajo y se la arreglé”.
También relata cómo se sintió el día que el guitarrista y compositor Eduardo Falú tocó por primera vez una guitarra suya. “Al principio tenía inseguridad, pero luego es lo más gratificante”.
Entre lo clásico y el flamenco
Asegura que la elaboración de una guitarra es similar a un proceso de creación artística y que supone un proceso delicado. “Lo más complejo es marcar la afinación ya que se tiene que ser muy preciso. Lo demás se adquiere con el tiempo. Tengo guitarras que poseen el mismo modelo, pero que jamás son las mismas por el tipo de madera o el tratamiento que se le ha dado”.
Cuando llegó a España tuvo que ampliar sus conocimientos y variar el formato debido a la fuerte demanda de guitarras de flamenco que en Andalucía se contempla. “En Argentina hacía guitarras clásicas, pero cuando llegué a España comencé a elaborar guitarras flamencas. La realización es prácticamente la misma; cambian las medidas, que es una guitarra más ligera, que posee otra altura en las cuerdas e incluso hasta los colores; la clásica es quizás un poco más sobria”.
Afirma que aprendió mediante la observación. “Les hacía una tomografía hasta que busqué mi propio sonido, mi propia obra. Hoy, cuando me traen la guitarra de otro constructor la acabo haciendo mía, y eso es lo más grande”.
Por otro lado reconoce que la reparación es más difícil que la construcción ya que permite menos margen de error. “Tienes que meterte en la mente y en los sentidos de la persona que la hizo; volver a ese momento ¡Es lindo!”
Mientras responde las preguntas prepara su próximo pedido y muestra el lugar donde guarda las piezas terminadas. Anochece pero él seguirá trabajando, una suerte de la que no disponen actualmente muchos españoles. “Esto es lo que me gusta y ocupa mañana, tarde y noche”.
Se imagina como un gran músico y guitarrista reconocido y con la capacidad de promocionar sus propias guitarras. “Aunque la luthería le haya ganado la carrera a la música, nunca he dejado de tocar”. Por ahora sigue volcado en sus guitarras dándoles el corazón propio para que cada una lata al ritmo de sus propias cuerdas.
Publicada el 5 de octubre de 2013 en: Lachachara.co
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