Y sí, el coño siempre presente, sobre todo si es para remitirse a un molesto estado de ánimo. Porque esta es otra de las expresiones machistas asumidas incluso por mujeres: y en esas estamos, con el coño todo el día en la boca.
El otro día pensaba cómo mandar al “quinto coño” a mi jefe siendo políticamente correcta, pero sin perder intensidad en la exclamación. Resulta difícil, sobre todo por las incorrecciones que últimamente aprendo a base de defensa personal.
Tanta literatura para acabar reduciendo todo mi lenguaje a continuo coño interruptus. No es para menos. Estudié como me dijeron, fui buena y educada como me enseñaron. Cumplí con éxito las expectativas marcadas. Trabajé duro antes y durante, y sin rechistar, y gratis, y aprendiendo sobre “el arte de vivir” ¿y ahora?
Ahora un puñado de nada, porque se lo han llevado todo, lo han mercantilizado todo; también nuestros sueños. Han hipotecado nuestro futuro, y se ríen, y sus carcajadas suenan hasta en el exilio ¿y ahora qué? Nos preguntamos y sufrimos, porque nos lo han robado todo y nos han dejado las cenizas. Un humo de añoranza sobre el cual lamer nuestras heridas, porque nos hicieron más conscientes y débiles, y nos desposeyeron de cáscaras y caparazones. Y ahora andamos perdidos, con ideas que se deconstruyen a cada paso, y duele, y todo se cae mientras sobrevivimos con bocanadas de oxígeno a corto plazo.
En la tele, un sinfín de medias verdades en disputa con una mediocridad que abandera los idilios trasnochados de una nación derrotada. En casa, repetimos pretextos que justifican una inmovilidad asumida y nos llenamos de frustraciones por el tiempo que nos exprimen sin remedio. Mientras, nos ahogan lentamente bajo un manto de responsabilidades inalcanzables, nos encadenan a un ritmo de vida inaccesible, nos regalan espejismos de felicidad bajo un éxito inerte. Somos productivos, eficientes, poco costosos, aún menos, quejicas. Somos puntuales, sobreexplotados, precarios, manipulables, y complacientes. Para muchos, una panda de caprichosos llorones, quizás solo una generación heredera de delirios y ceguera imperial.
Pero un día te levantas harta, cansada, con más de tres lavadoras pendientes, facturas que pagar, un trabajo asfixiante, la cuenta del banco llorando por la amplitud de una nevera vacía y el título universitario adornando un marco en la pared. Y lavas tu cara, planchas tu ropa y sales un día más a traficar con tu dignidad; y con el coño lavado, como la boca. No vaya a ser que ese día ensucies por encima de tus posibilidades y tengas que lamentar haber señalado la podredumbre, haber destapado la suciedad que fluctúa bajo estampas tan bien perfumadas. No vaya a ser que hables también por la madre que te parió y por una vez, el coño sea más honesto que todo el cuento que nos han vendido.
Gracias por escribir palabras tan sinceras. Eres una maestra de las letras y me siento muy orgullosa de ser tu amiga. Comparto tu dolor, vivimos la era de la incertidumbre, lo peor es que no queremos aceptarlo en muchos casos. Somos unos incomprendidos de mamá a la espera de que caiga la guillotina sobre nuestras cabezas. A veces pienso que vivir es todo eso que te pasa mientras esperas cumplir tu misión en la vida, que es morirte, y morirte no es más que la recompensa por haber aguantado todo eso que te paso. Deberíamos comernos el mundo, pero hoy en día solo nos comemos entre nosotros mismos. Un mar de frustraciones sostiene nuestro horizonte mientras miramos caer el sol en la penumbra de nuestra alma.
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