La brisa había dado una pequeña tregua. En el embarcadero cercano a la vía 40, donde el Río Magdalena reposa su costado arenoso, el olor a agua contaminada era casi insoportable y los desechos que ensuciaban las orillas destilaba el tóxico efervescente de una ciudad que tira del desagüe y esconde la mano.
Eran las diez de la mañana cuando una lancha salió del puerto para localizar las quemas que durante los últimos días han asolado el Parque Isla Salamanca y sus alrededores.
Mientras se alejaba, Barranquilla resplandecía , pero conforme se adentraba en el Río, una inmensa urbe grisácea imperaba en el horizonte, donde los edificios se empañaban con la humareda proveniente de los residuos industriales y las chimeneas de las fábricas.
Al otro lado, donde se conforman las islas rodeadas por la verde tarulla y el manglar lagrimea hasta encontrarse con el mar, varias familias habitan y viven de la riqueza provisional que brinda la tierra, aprovechando el periodo estacionario en el que el agua no se traga las cosechas.
Combos de desplazados y con escasos recursos económicos son los habitantes que emigran de forma rotativa a los alrededores del Parque y se nutren de la agricultura que ellos mismos labran. Los mismos que provocan las quemas para agilizar el proceso de trabajo y contribuyen inconscientemente a la propagación de incendios en la zona.
Las quemas para agilizar el proceso de la agricultura pueden dañar las zonas protegidas del parque.
Daniel Antonio Rada es un desplazado del departamento de Córdoba que aterrizó en la isla ‘1972’, tras la dársena contigua al Río y que sobrevive, junto con su familia, gracias a las siembras que luego llevan a la ciudad.
Isabel, por ejemplo, es la patrona de otra isla que lleva más de 30 años viviendo en el lugar. Se dedica a la recolección de hortalizas, cebollín y cilantro. Tiene en su finca a varios empleados que le colaboran, aunque asegura que “cuando sube el nivel del mar, me quedo sin los cultivos”.
Los convecinos de la zona aseguran no saber de dónde proceden las quemas y todos aseveran que son provocados por los habitantes, aunque ninguno da nombres. El abogado del Parque, Blas Castillo, afirma que esos problemas son históricos: “la personas empezaron a llegar y a realizar actividades agropecuarias durante la época productiva de esas islas”. Sin embargo, comenta la dificultad de identificar a los activos en esas prácticas ya que las islas “van periódicamente cambiando de ocupantes porque no están tituladas, y, entre otras cosas, no debería de estar ahí ya que son bienes de espacio público”.
El pasado 13 de enero, el sector Lolita, en el interior del Parque, sufrió un accidente incendiario debido a las fuertes brisas y el calor de los últimos días. Las llamas fueron sofocadas después de un duro trabajo, aunque el personal continúa preocupado ya que las actividades no controladas que los agricultores realizan pasan a dañar las zonas protegidas por el Parque Nacional.
“Hemos llevado a cabo un proceso de sensibilización y varias campañas para concienciar a los agricultores, pero es muy difícil cuando emigran constantemente de lugar”, señala Patricia Saldaña, jefa del Parque Isla Salamanca. En términos legales, Corpamag, Corporación Autónoma Regional del Magdalena, posee la jurisdicción de las islas, sin embargo, debido a la inmediatez que existe con el Parque Nacional, se han emprendido acciones conjuntas para “evitar que las personas acostumbradas a realizar sus labores agrícolas afecten los recursos protegidos”.
Los habitantes de las islas, que viven de la agricultura, transportan sus productos hacia la ciudad.
“Los particulares que están realizando quemas, conforme al código de procedimiento penal, tendrían privación de la libertad de hasta tres años”, asegura el abogado, aunque señala que para las personas en circunstancias de pobreza, la sanción, según el grado de afectación, oscilaría entre una imposición económica o “una medida de compensación social” acordada por la autoridad medioambiental.
La solución propuesta hasta la fecha sería “hacer un proceso de restitución y reubicación donde solo los que realmente fuesen sujetos de reforma agraria puedan realizar las actividades bajo unos principios de conservación”, alega Blas.
Mientras, las quemas siguen siendo un tema de conversación periódica en estas fechas, y la ciudad continúa con la afluencia de cenizas pintando el cielo, como la nieve opaca que nunca esperas ver caer sobre el trópico de Barranquilla.
El Parque Isla Salamanca, ajeno a los acuerdos y premisas del hombre, sigue su curso y sufre las consecuencias de las políticas mal planificadas.
Así, en 1969 fue declarado por el instituto Angora Parque Nacional junto con los 46 que actualmente acoge el país. Sin embargo, la construcción de la carretera vía a Santa Marta, cruzando la ciénaga grande, causó daños irreparables en el vientre del área protegida, provocando una brecha tan abrupta que, inclusive, a dado lugar a las extinción de especies de la zona.
“Este es un lugar de tránsito muy importante para las aves migratorias”, comenta el biólogo marino Camilo Gómez, quien afirma que el apisonamiento en la vía ha dado lugar a la extinción de animales, como el cangrejo azul, y a incentivar los accidentes en la carretera.
A su vez, la fisura provocó un dique entre el mar y la ciénaga, y la desunión entre el agua dulce y salada componente esencial para el crecimiento de los manglares. “Se elaboró un plan de recuperación que incluía la construcción de canales internos, a través de obras hidráulicas que atravesarn la carretera”, comenta Patricia.
El complejo turístico y cultural cuenta con la afluencia de visitantes, principalmente, de grupos escolares o extranjeros, en su mayoría de otros países. La jefa del Parque hace un llamado a la sociedad para incentivar el interés del área e implicar a los que de ella beben. “Muchos barranquilleros ni siquiera saben que existe el lugar”. “Ahora nuestra labor es divulgar para conseguir que siga creciendo”.
Por otro lado, la intervención de la mano del hombre hace mucho tiempo que le declaró la guerra a la naturaleza y, cada día, avistamos sus feroces consecuencias, aunque ignoramos el mal mayor que sembramos a largo plazo sobre las generaciones venideras.
La zona sigue adecuándose a las condiciones interpuestas y desde el Parque ya temen que la construcción de la Doble Calzada Ruta del Sol, que pretende unir Bogotá y otras ciudades del interior del país con las portuarias de la Región Caribe, dañe aún más el ecosistema de Isla Salamanca.
“Hay que esperar a que algo sea noticia para que la gente realmente se interese” comentaba un paseante sobre la situación que afronta actualmente el Parque. Uno de los errores del hombre,- entre otros tantos-, es que se asume ciego ante la belleza que posee delante y, espera a que desaparezca, o a que otro le de el toque de atención, para contemplar la inmensidad que poseía ante sus narices.
Publicado el 21 de enero de 2013 tras las quemas en el parque natural Isla Salamanca: El Heraldo
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